En Izúcar de Matamoros se ha instalado un discurso que repite, sin mucho cuestionamiento, que la juventud “ya no quiere trabajar” porque pasa demasiado tiempo en el celular, vive de programas de gobierno o, en el peor de los casos, prefiere delinquir.
Por :Elvira Romero
La versión suena contundente, pero ¿cuántos datos reales hay detrás? Ninguno de los señalamientos recientes se apoya en encuestas locales, estudios serios o estadísticas oficiales. Sí, hay casos de jóvenes que no cumplen con sus responsabilidades, pero eso no convierte a toda una generación en perezosa o delincuente. Generalizar es tan cómodo como injusto.
Uno de los blancos de estas críticas ha sido el programa Jóvenes Construyendo el Futuro. Se le acusa de fomentar la holgazanería, pero sin mostrar evidencia. La realidad es que a nivel nacional más de 2.6 millones de jóvenes han sido vinculados a actividades productivas gracias a este esquema. Si hay irregularidades, el problema no es el programa en sí, sino la falta de supervisión.
Y luego está el comentario sobre que “las mujeres jóvenes buscan sugar para no trabajar”. Además de ser un estereotipo ofensivo, carece de sustento. Ese tipo de frases no solo desvían la atención del debate real, sino que perpetúan prejuicios de género que deberíamos estar combatiendo, no reforzando.
El tema de fondo que no se menciona es la calidad de los empleos que se ofrecen en Izúcar. Muchos son mal pagados, con horarios extenuantes y sin prestaciones. Para un joven que estudia o que aspira a un ingreso digno, esas ofertas no resultan atractivas. No se trata de flojera, se trata de dignidad laboral.
En lugar de lanzar culpas al aire, lo que Izúcar necesita es un plan serio que incluya:
Un diagnóstico real de la situación laboral juvenil.
Mejores salarios y condiciones de trabajo.
Capacitación y vinculación efectiva con empresas y comercios.
Supervisión estricta de los programas federales.
Espacios de deporte, cultura y formación que alejen a los jóvenes del ocio nocivo.
Los jóvenes no son el problema. Son el recurso humano más valioso que tenemos, pero solo si les damos un motivo para quedarse, trabajar y desarrollarse aquí. Si no, la historia seguirá igual: empresas buscando empleados y jóvenes buscando un futuro… en otro lado.
En resumen, la pregunta que tendríamos que hacernos en Izúcar no es “¿por qué los jóvenes no quieren trabajar?”, sino “¿por qué los trabajos que ofrecemos no convencen a nuestros jóvenes?”.
COMENTARIOS