Esto se volvió una tradición que ha sido heredada por los padres y abuelos.
Cuentan que en la época de Guillermo Jenkis en la Hacienda de Atencingo, Puebla…. No tenían autorizado el uso del agua para sus cultivos, por lo cual de forma estratégica con ramas de sauce de la cabeza a la cintura y con falda de espumilla (hoja de plátano seca) para lograr confundirse entre la vegetación se arriesgaban a venir a abrirle la compuerta para así darle paso al agua para sus cultivos.
Hoy en día se lleva a cabo por un número de pobladores de la comunidad de Ahuehuetzingo.
Llegan a la acequia madre donde se caracterizan con el atuendo de “perros de agua”, iniciando con el ritual religioso, la banda de música toca el “Salve” se reza mientras se lanzan los pétalos de rosa, el tabaco y aguardiente, los perros hincados en la acequia esperan recibir la bendición y empieza la fiesta de arrojar agua a todo individuo que este cerca.
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